lunes, 12 de diciembre de 2016

El epitome y las deidades

¡Es correcto afirmarlo!, decían mientras se hablaban entre ellas, los soles se accionan en el paradigma de la soledad.
La soledad se activa cuando el parásito benevolente de la furia se activa dentro del corazón incierto.
Más en cuantos lustros nos daremos cuenta?, hay abismos que nos protegen de la verdad primera.
Nada es lo que parece, la ilusión de lo que veo frente a mis ojos, manipulado fervientemente por el deseo de ver algo al menos, no es acaso la interpretación misogina del deseo reverberante?
A donde iremos a parar, me lo dice, mientras toma en mis manos el acero de una daga para que se lo entierre en el corazón, donde esta la maleta, prepárate para el escape.
Escupe al suelo, quiero verlo al caer, la luz de sus pupilas brillan una vez más, la respiración se agita, marca el lugar de la puñalada, sientes el frió de mis manos, siente el frio del aire húmedo, siente que te puedes morir, no importa.
Que es la realidad al final, solo queremos morir, pero el cuchillo se aprisiona entre mis dedos, se traban los raídos muebles de la articulación dolorosa, es momento de soltar la estocada artera y cobarde que te arrancara el suspiro de vida, la circulación linfática, la corriente sanguínea, la tubería desangrada y abierta de tus venas se vaciara en el suelo donde antes escupiste, lo quiero ver cuando caiga, quiero ver sus ojos derretidos, su vida informe, su hálito que se escapa cuando muera.
Quiero saber me dijo, con esa voz trémula que a veces no sabia distinguir un reproche de un halago, esa voz inerte desde su infancia desde que no la conocía, desde que la supe en mi realidad esférica, en el regazo de un demente sueño donde su cuerpo se escurría entre mis dedos alucinados  y deseosos de correr entre sus piernas, entre sus vísceras aún vivas y excitadas, entre sus pezones amargos y duros, en su sexo débil, suave, perfumado.
Quería verte a los ojos cuando lo hagas me dijo.
Yo dude, no quiero matarla, no así.

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